Haremos un breve repaso por la ceca de
Barcelona, sus acuñaciones en oro y plata, trabajadores y herramientas……
La restauración del absolutismo en 1814
implicó la paralización de la producción monetaria catalana. Los liberales del
Trienio promulgaron (por decreto de 21 de junio de 1821) una reforma monetaria
que tenía por objeto adecuar el sistema a las nuevas realidades derivadas de la
pérdida del Imperio colonial.
Esta reforma implicó, además, la reapertura
de la casa de la moneda de Barcelona. Las acuñaciones efectuadas por la ceca
barcelonesa durante el bienio de 1822-23 fueron considerables, aun cuando una parte
del metal acuñado durante este período procedió, posiblemente, de incautaciones
de objetos de culto ( en aplicación de la legislación desamortizadora de los
bienes del clero regular) y, en la fase final del régimen, de requisas en
iglesias. La
nueva restauración del absolutismo (en 1823) comportó un nuevo cierre de la
ceca de Barcelona y un viraje radical en el ordenamiento del sistema monetario.
La contrarreforma monetaria promulgada por decreto de 20 de agosto de 1824
impuso una drástica reducción de los precios de compra de los metales.
Ya a partir de comienzos de la década
de 1830, el nuevo comercio americano trajo consigo crecientes entradas netas en
Barcelona de monedas de oro acuñadas en Ultramar no habilitadas para circular
en España. Este flujo monetario se debía a que los capitanes o consignatarios de
los buques dirigidos a aquellos puertos reciben en pago de la venta de sus
cargamentos.
Tan bien se produjeron cuantiosas entradas netas
de dinero (sobre todo francés) que contribuyeron a incrementar la
insignificante producción monetaria española.
Sabemos que la expansión de las acuñaciones
a partir de 1832 estuvo relacionada con el aumento de la producción de moneda
de oro, mientras que el monedaje de plata se mantuvo en cotas muy bajas a
excepción de la notable recuperación que experimentó durante el sexenio de
1836-41. La escasa acuñación de plata en el curso de este período queda bien
reflejada en el hecho de que el 74,6 % del valor total de la moneda con valor intrínseco producida
por las cecas españolas correspondió a la moneda de oro, mientras que el valor de
la de plata se redujo al 25,3 restante. Por otra parte, la acuñación española
habría sido aún muy inferior si no se hubiera producido la reapertura, a partir
de 1836, de la casa de moneda de Barcelona, a cargo de la Diputación barcelonesa, de
legalidad, por lo menos, dudosa que implantó unas tarifas para la compra de metales
sensiblemente más elevadas que las vigentes en
las cecas gubernamentales de Madrid y de Sevilla.
Esta circunstancia determinó que entre
1837 y 1848 se acuñara, en Barcelona, moneda de oro y de plata por valor de
7.002,5 miles de duros equivalentes al 54,9 % de la acuñación total española
del período, cifrada en 12.739,5 miles de duros, y que en la ciudad condal se
batiera el 67,5 % de la moneda de oro y el 12,4 % de la de plata de la
producción total española.
Pero todo esta producción habría sido
todavía más reducida de no haberse producido
la reapertura de la ceca de Barcelona
en 1836. La casa de la moneda de Barcelona se cerró por orden gubernamental en
1823, pero conservó toda la maquinaria y útiles de que disponía. En respuesta a
las demandas del gobierno, los troqueles se enviaron a Madrid, pero, en cambio,
no se cumplieron, primero, las órdenes de enviar las máquinas, y, después las
disposiciones de proceder a la venta de las máquinas y herramientas existentes
en la ceca barcelonesa, ( posiblemente no se vendieron para aprovechar futuras
circunstancias políticas para reabrir la ceca).
La Junta de Armamento y Defensa
–organizada bajo los auspicios de la Diputación y del Ayuntamiento de Barcelona
después de la proclamación de la constitución de 1812, dispuso en agosto de
1836 la reapertura de la casa de la moneda con objeto de acuñar calderilla y
ayudar a financiar la guerra con los beneficios derivados de su emisión.
Las acuñacionesde calderilla se iniciaron el 11 de septiembre de 1836, y la ceca quedó
bajo control y responsabilidad de la Diputación de Barcelona, que nombró una
comisión gestora presidida por Joan Reynals, la dirección del
establecimiento en su
vertiente técnica se encomendó a
Francesc Paradaltas. El siguiente paso consistió
en la reanudación de las acuñaciones de
moneda de oro y de plata, que tuvo lugar el 1 de febrero de 1837. El Gobierno
reaccionó y promulgó una Real Orden (en diciembre de 1836) en la que dispuso el
inmediato cierre de la ceca barcelonesa, pero la Diputación de Barcelona alegó
la imposibilidad de cumplir esta disposición a causa de la necesidad de
socorrer al ejercito.
La necesidad de mantener en actividad
la ceca catalana se justificó por la llegada a Barcelona, en 1830 una notable
cantidad de oro de Ultramar, ya que este oro no podía dirigirse a Madrid y a
Sevilla por los elevados costes de transporte.
Como nota podemos decir que la
existencia en manos del público a partir de comienzos de la década de 1840 de
un volumen de moneda con valor intrínseco suficientemente cuantioso era una
condición indispensable para auspiciar que la élite de los comerciantes barceloneses se pudiera plantear, en 1844, la formación de un banco emisor, el
Banco de Barcelona.
Por tanto, desatendidas las órdenes del
Gobierno, la acuñación barcelonesa continuó con algunos cambios y un breve
período de inactividad durante el bienio de 1841-42.
El pronunciamiento de Espartero
determinó relevos en la dirección de la ceca. Se inició un proceso contra Joan
Reynals acusado de desfalco, fue juzgado y condenado a pagar una indemnización. Paralelamente,
trascendió a la opinión pública que uno de los fundidores había efectuado un
fraude consistente en la sustracción de muy pequeñas cantidades y por ello
difícilmente detectables, de oro en cada fundición, incidente que se intentó
ocultar. Los técnicos que dirigían el establecimiento alegaron que no se había
denunciado el hurto porque el autor había confesado los hechos y devuelto la
práctica totalidad de la suma desfalcada.
La Diputación de Barcelona decidió
denunciar el hecho ante los tribunales y cerrar a partir del 30 de noviembre de
1841 provisionalmente la ceca.
Las diligencias judiciales
desarrolladas en los meses siguientes acabaron con una resolución que exculpó
al personal directivo de la casa de la moneda. Mientras tanto, la clase mercantil
barcelonesa presionó, según F. Peradaltas, para que se reabriese la ceca:
“El comercio de esta
plaza y las muchas familias que reciben socorros de parientes establecidos
en los estados
americanos sintieron durante nueve meses los efectos de la paralización
de este
establecimiento, no sabiendo dónde colocar favorablemente las monedas que
recibían
de aquellos estados,
y que pasaban a Marsella ora directamente, ora circulando primero por
manos de agentes que
especulaban con la necesidad y con la disposición tan poco premeditada
de cerrar esta casa
de moneda...”
La Diputación de Barcelona reabrió la
ceca en las mismas condiciones que había funcionado anteriormente con diferente
personal. Encargó a Antoni Jordà (residente en
Madrid) la contratación de un técnico
cualificado para dirigir el establecimiento, y en junio de 1842 solicitó del
gobierno autorización para reemprender las acuñaciones. Pocas semanas después
(el 20 de agosto) se reabrió la ceca bajo la dirección técnica de Francesc de
P. Salvat, en sustitución de Paradaltas, pero el 17 de diciembre de 1842 quedó
nuevamente inactiva a raíz del alzamiento contra Espartero, que acabó con el
bombardeo de la capital del Principado.
El desenlace de esta insurrección
determinó que el gobierno promulgara otra orden en la que dispuso el cierre de
la ceca barcelonesa y el transporte a la capital de toda la maquinaria,
herramientas y útiles existentes en el establecimiento.La Diputación acató la
orden de cerrar la casa de la moneda, pero incumplió la segunda de las
expresadas exigencias a la espera de mejores tiempos. La espera duró poco. En
mayo de 1843 se inició la revuelta que provocó la caída de Espartero, y la corporación
provincial aprovechó esta coyuntura para reemprender la acuñación monetaria en
julio de 1843.
En Barcelona hubo una revuelta muy
popular la “jamància”, lo cual implicó que Barcelona volviera a ser asediada y
ocupada militarmente el 21 de noviembre de 1843, en esta ocasión, no implicó la
paralización de la producción monetaria. Sin embargo, el personal técnico que
había dirigido la casa de la moneda durante el bienio de 1842-43 fue despedido,
y Francesc Paradaltas volvió a asumir la dirección del establecimiento. En
1844, las presiones del Gobierno para cerrar la ceca barcelonesa se
intensificaron, el barón de Meer que fue designado otra vez capitán general del
Principado, recibió la orden, según parece, de cerrarla
definitivamente. Este militar, que durante la pasada guerra había utilizado los
servicios financieros de la ceca, no se mostró nada proclive a cumplir tal
mandato y encontró la forma de eludir su ejecución, pactó con la Diputación que
ésta financiaría la construcción de la nueva puerta en la muralla de mar a través de los beneficios que
se obtenían en la casa de la moneda. Esa transacción posibilitó que en el curso
del siguiente trienio, la ceca de Barcelona funcionara con relativa calma
después de tantos sobresaltos y convulsiones.
Puerta de la muralla de mar, un testigo privilegiado de la actividad mercantil y los peligros que venían desde el mar.
A partir de 1845 con fondos procedentes
de los beneficios obtenidos por la ceca determinó, al parecer, que se autorizara
la continuación de las acuñaciones de moneda de oro y de plata durante el
tiempo necesario para acabar estas obras. En cualquier caso,
por orden de 1 de julio de 1849 se dispuso de nuevo el cierre de la casa de
moneda de Barcelona, que tuvo lugar el 20 de agosto.
Ello suscitó que las instituciones
económicas y políticas del Principado y los diputados catalanes sobre todo
Pascual Madoz y Ángel Villalobos efectuaran gestiones y presionaran en Madrid
con objeto de conseguir la reapertura de la ceca barcelonesa. Estas actuaciones
culminaron con éxito, puesto que una Real Orden de 7 de mayo de 1850 autorizó
el establecimiento de una ceca en Barcelona, pero sin la autonomía de gestión
que había tenido durante el período comprendido entre 1836 y 1848. La mencionada orden
dispuso que: 1- la ceca de Barcelona estaría bajo control del gobierno y que se
limitaría a acuñar moneda de oro y de plata; 2 - los costes de acuñación se
financiarían mediante la retención (braceaje) legalmente establecida, y que en
caso de generarse déficit, éste sería asumido por la Diputación de Barcelona.
Ceca Barcelona 1838
Ceca de Barcelona 1838
Evolución de la acuñación en la moneda de oro y plata.
Valores nominales en pesos fuertes.
AÑO
|
ORO
|
PLATA
|
1837
|
80.592
|
37.117,4
|
1838
|
621.148
|
39.467,2
|
1839
|
1.060.428
|
35.011,6
|
1840
|
963.936
|
24.788,4
|
1841
|
695.268
|
115.473,4
|
1842
|
377.928
|
59.519,4
|
1843
|
144.012
|
6.849,8
|
1844
|
648.704
|
24.500,8
|
1845
|
909.588
|
6.844,4
|
1846
|
652.828
|
5.126,6
|
1847
|
365.424
|
5.617,6
|
1848
|
121.912
|
455,6
|
En el transcurso del segundo semestre
de 1844, en esta ceca se ocupaban entre 83 y 90 obreros.
Numero de obreros empleados en el mes
de Junio – Septiembre – Diciembre de 1844
JUNIO
|
SEPTIEMBRE
|
DICIEMBRE
|
|
CILINDROS
|
|||
-jefe de sección
|
1
|
1
|
1
|
-fundidor
|
1
|
1
|
1
|
-recocedor
|
1
|
2
|
2
|
jefe de limadores
|
1
|
1
|
1
|
contador de monedas
|
1
|
1
|
|
-acuñador
|
1
|
1
|
|
-peones
|
36
|
34
|
32
|
SECCIÓN
DE AFINADOS
|
|||
Maquinista
|
1
|
1
|
1
|
Fogonero
|
1
|
1
|
1
|
Cerrajero
|
1
|
1
|
1
|
Recortador
|
1
|
1
|
1
|
Peones
|
10
|
11
|
11
|
FUNDICIÓN
|
|||
Fundidor
|
1
|
1
|
1
|
Suplente
|
1
|
1
|
|
Amoldadores
|
9
|
9
|
12
|
Sopladores
|
2
|
2
|
|
ACUÑACIÓN
|
|||
encargado
|
1
|
1
|
1
|
Acuñadores
|
12
|
13
|
8
|
MAQUINARIA
|
|||
Limadores
|
5
|
4
|
4
|
Forjador
|
1
|
1
|
1
|
tornero
|
1
|
1
|
1
|
ayudante
|
1
|
1
|
1
|
El proceso de producción estaba
dividido en cinco secciones:
Afinado, en la que trabajaban de 14 a
15 operarios; Fundición, 13; Cilindros, de 39
a 41; Acuñación, de 9 a 14; y
mantenimiento de maquinaria, de 7 a 8.
La primera operación consistía en el
fundido y afinado de los metales, que se efectuaba mediante el procedimiento de
copela, en el caso de la
plata y de copela y ácido nítrico en el del oro, los metales afinados se
fundían de nuevo a fin de darles la
ley legalmente establecida y de
convertirlos en planchas (o rieles), a través de depositar en moldes el metal
en estado líquido; dichas planchas se laminaban una vez recalentadas (operación
de recocido) para transformarlas en láminas que tenían el grosor aproximado de
las monedas, las cuales se cortaban, a continuación, con objeto de obtener los
discos o cospeles; estos discos se limaban para ajustarlos al peso establecido
para cada una de las monedas, y seguidamente pasaban a la prensa dotada con los
troqueles que los acordonaba y estampaba.
“copela”:
El procedimiento consistía en afinar el oro y la plata en un vaso de
paredes porosas (elaboradas con ceniza de huesos calcinados) que servía para
separar los metales nobles de los no nobles. Estos últimos, sometidos a
calentamiento hasta el punto de fusión, se oxidan antes, de manera que el óxido
de plomo absorbía los metales no nobles y esta amalgama quedaba adherida a las
paredes del vaso, y los metales nobles quedaban liberados en estado puro.
El aumento de productividad hacía,
pues, indispensable adoptar motores.
Era el caso de la de Barcelona, que
desde octubre de 1845 disponía de una pequeña máquina de vapor de 4 CV,
arrendada a Manuel Tey y Cía., que contribuyó, sin duda, a conseguir un
sensible incremento de la productividad y una apreciable reducción de los
costes unitarios de producción.
La economía de combustible (evitando
pérdidas de poder calórico) en la fundición
y
afino de los metales era otra cuestión importante para reducir costes. En este
sentido, Paradaltas pone de manifiesto la conveniencia de utilizar hornos de
reverbero en la fundición de metales, que “pueden alimentarse con
leña o carbón mineral, prefiriendo el más hidrogenado.
También apuntó que se podría obtener un notable ahorro si se adoptaba la aleación del oro con
cobre en lugar de plata, porque “a más de ser una
economía importante, ofrece la ventaja de presentar
unas monedas de un color rojizo más hermoso y de una dureza que las
hace resistir mucho más tiempo a la frotación”.
Para concluir podemos decir que hasta
la promulgación de la reforma monetaria de 1848, la casa de moneda de Barcelona
actuó sin tener nunca un reconocimiento legal.
Bibliografia:
La reforma de 1824 y
la acuñación de moneda en Barcelona (1836-1848). PERE PASCUAL
DOMÈNECH
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